Nota de prensa: ¿Por qué una Feria?

Hay algo que celebrar. El Mercado Social de Madrid se presenta en sociedad y lo hace a lo grande, organizando la primera Feria de la economía solidaria y Alternativa de Madrid. Empresas consolidadas del sector cooperativo madrileño de REAS (Red de Economía Solidaria y Alternativa) dieron el pistoletazo de salida en el 2009 para crear una red de intercambio de productos y servicios en la comunidad. Y desde entonces se han ido sumando otros proyectos nuevos de emprendimiento social nacidos al calor de la crisis. También consumidoras que no quieren comprar en las grandes cadenas y ahorradores e inversores éticos que quieren que su dinero no esté custodiado por la banca tradicional.

La Feria no es un fin, sino un medio. “El acto de vender no es lo más importante en la Feria sino demostrar que otra economía es posible y que muchas personas y entidades ya lo están realizando y de una manera coherente con valores sociales”, nos cuenta Xavi Palos, de La Fira d’ Economia Solidària de Catalunya. Las Ferias que ya se han organizado en Aragón o en Cataluña en el marco de REAS son un importante referente, por eso replicamos sus formas de hacer. La autogestión: es una Feria sostenida con el trabajo voluntario de muchas entidades y personas consumidoras (y estamos hablando de muchas jornadas laborales), así como con el aporte económico de las entidades y patrocinadores afines. Compromiso de expositores: los productos y servicios que se ofertan en la Feria comparten los principios de la economía solidaria. Y la compra con moneda social: en Cataluña fueron los ecosoles, aquí son los boniatos. Y el toque personal: un centro de medios para difundir en directo las diversas actividades.

Con la Feria de junio, el MES (Mercado de economía social) comienza una nueva fase de proyección pública. Hasta ahora se había mantenido en una fase de trabajo interno. Primero fue necesario reconocerse entre las redes de la economía solidaria que andaban dispersas. En febrero de 2012 llegó la fase beta, donde se presentaron las comisiones de trabajo (moneda social, difusión, acogida y certificación), se bautizó a la moneda social y entraron nuevas personas y entidades que no provenían de la economía solidaria.

Desde entonces, las distintas comisiones han estado testeando herramientas, como la la web para las transacciones en moneda social y el sistema de certificación de los productos y servicios de las entidades.

Vamos lentas porque vamos lejos

No queremos hacernos un hueco en el mercado, queremos transformar la economía y transformarnos a nosotras. Las entidades del MES, además de consumir de otra forma queremos producir de otra forma y para ello nos comprometemos con una serie de principios éticos. Tan importante es producir bienes y servicios cuyo objetivo no es el beneficio económico sino la riqueza social, como que se haga tratando de respetar los límites biofísicos de los ecosistemas. No menos importante es que en cada entidad haya una cultura de trabajo democrática y equitativa. Cómo nos relacionamos entre las entidades también nos hace singulares, queremos compartir recursos, no poseerlos, ensayando estrategias de intercooperación y de trabajo en red. Y caminar hacia todo eso, articulando discursos y llevándolos a la práctica, lleva su tiempo.

¿Cómo lo hacemos? Las entidades y personas consumidoras participamos en las distintas comisiones de trabajo, donde discutimos estrategias de difusión, formas de incentivar la compra con boniatos, cuestionarios para entidades diversas (desde un centro social, una cooperativa o una fundación) o indicadores para medir lo que el mercado no valoriza. La participación es nuestro sello. “Sin una base social que se siente protagonista del proyecto es muy difícil fomentar el trabajo en red con otras organizaciones aliadas. Sin la participación, esta relación entre organizaciones pierde su potencial transformador, quedando en el mejor de los casos reducido a meros acuerdos comerciales”, escribe Peru Sasia, de la banca ética Fiare, en el blog Idearia.

Pero hay procesos que son más lentos, como el uso de la moneda social. Nuestra moneda social no tiene una representación física, las transacciones con boniatos se realizan mediante una interfaz web en la que cada usuario dispone de una cuenta propia en moneda social. De momento estamos usamos la plataforma surafricana CES (Community Exchange System), pero a corto plazo nos cambiaremos a una nueva aplicación de la fundación holandesa Social Trade Organization (STRO), que además de ser de software libre es más intuitiva y podrá descargarse en el móvil. Además hay otro problema que apunta Antonio Hernández, de la cooperativa Garúa y de la comisión de moneda social: “Nos cuesta mucho cambiar nuestros hábitos de consumo”. Así que demás de disponer de aplicaciones para transacciones usables, para Antonio es fundamental una toma de conciencia: “Tenemos que hacernos conscientes de que construir una cosa económica diferente supone dedicarle esfuerzo, puedes pensar que desde el punto de vista monetario no te compensa pagar en boniatos, pero así no vamos a cambiar nada”.

El MES apunta alto, poder satisfacer cada vez más necesidades dentro de él. Este discurso se hace carne en la medida que van entrado más entidades que cubren distintos ámbitos. La campaña multiplícate x 2, para amadrinar entidades, la posibilidad de comprar 100% en boniatos en algunas entidades y la atracción que ha generado la Feria para entidades que aún no se habían decidido a dar el paso nos ha permitido seguir enredándonos.

Si sumamos los euros que mueven las entidades que hay estamos hablando de bastantes millones de euros y eso hay que ponerlo también en valor. Salgamos e la idea de que la economía solidaria son proyectos marginales de cuatro hippies, hay proyectos muy potentes”, opina Antonio. Pero en la medida que somos más, los trabajos necesarios para sostenernos como una estructura se incrementan. Hasta ahora los asumimos entre todas con trabajo voluntario o buscando formas de financiarlas, como la campaña de microfinanciación por las redes que se hizo en otoño de 2012. “En la medida que crezcamos será necesario profesionalizar algunas tareas, sobre todo más técnicas, pero el control político no tiene que estar en el trabajo profesionalizado sino en las entidades y en las personas participantes”, concluye Antonio cuando nos trazamos escenarios de futuro.

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